Una mujer vestida de silencios, atraviesa la luz de esta
mañana.
La conozco.
Gimiendo entre sus manos; enorme un corazón latiendo, que
sostiene.
Hunde los pasos fatigados en cenizas de hogueras, sus pies
se parecen a los
míos.
Danzan extenuados y largamente débiles los senos,
agrietados por cinco hijos
hambrientos.
Mi piel se eriza, confundida.
Carga gotas de río en sus pupilas, que impactan en mis dudas y rompen en
cascadas.
Sus ojos son iguales a los míos.
Perplejos los reproches, mezquinos, tan fuera de tiempo,
le sonríen.
Ahora; que quieren inventarla la punta de mis dedos,
ella se vuelve espejo, metáfora, persiana.
Esa mujer es música, es
huérfana, es mi madre.
Anaclara musicando |
Participación en un encuentro de talleres literarios que organiza el profesor Lauro Marauda, y que funciona en el Mercado Agrícola Montevideo (MAM). Junio de 2015
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