La Asociación Síndrome de Down de Burgos, con motivo de
celebrar el 30º aniversario de su creación, convocó el I Concurso de relatos
para hermanos y abuelos de personas con síndrome de Down. El jurado estuvo
compuesto por Almudena Sanz, Care Santos, Gustavo Martín Garzo, Herbert Morote,
José María Merino, Leandro Pérez, Óscar esquivias y Rodrigo Pérez Barredo. Este
relato, obtuvo el segundo premio en la catergoría abuelos.
Suecia 2004
Esta tarde, Joaquín me explicaba
que no se llama bolsa como yo se lo dije, que eso es un marsupio, y que allí
adentro, los canguros bebés, no son más que una uva. Que el mamut, no es un
elefante, que hay que mirar bien, las orejas más cortas, los colmillos más
largos, que hay machos, y que también hay
hembras. Que si a quince le sumamos quince, nos van a quedar treinta, me
habló con entusiasmo de herbívoros,
mamíferos, que no todo es lo mismo, ¿tú me entiendes abuela?
Si, si, ¡claro que
entiendo!, le dije, perdiéndome en sus ojos estrellados que aprobaban felices
mi respuesta.
Motivos suficientes para
volver a verme en un abril de asombros, en un país distinto, con lenguas
diferentes, con el sol siempre oculto, con historias de exilios, con bosques
encantados por leyendas y nieves.
Supimos que era un niño, su
peso, las medidas, el tiempo que restaba para su alumbramiento, solo inquietaba
en algo un reciente pronóstico; parece que una válvula del corazón, no cierra.
Sus padres eligieron para él, dos nombres, su
madre, andaba y desandaba el camino que rodeaba la casa, se reía y lloraba, su
padre, rellenaba los bolsos con música y lectura que pudieran servirle para
engañar la espera.
Era casi la noche cuando los
dos se fueron, desde los ventanales les tirábamos besos, les deseábamos suerte,
los vimos alejarse y yo, sentí mucha tristeza.
Quisimos mantenernos
despiertos, hasta oír el aviso, hasta saber del llanto que respira, del que a
todo pulmón, anuncia el nacimiento. Antes que se acabara el día, el
veintiocho, en silencio, peleando su
lugar, Joaquín, con síndrome de Down, vino a la vida.
Dos hermanos felices de saberlo, el resto,
sacudidos, contentos, preocupados.
Así, como si nada, como si
la familia estuviera preparada, como si algo supiéramos al respecto, como si lo
mereciéramos, (¡que horrible, eso pensamos!) inocente, llegó nuestro chinito.
El periplo fue largo,
navegamos por lágrimas de sal, por sinfines de
miedos, por mares de preguntas sin respuestas, hasta que Joaco, con su
risa, su mirada rasgada, con sus ganas y aliento, bendito, nos hizo comprender que no cabían, que no
había lugar para otros sentimientos, que no fueran de amor y de esperanzas.
Así llegamos, a este otoño
uruguayo, a puro abrazo y canto, a puro corazón, a toda prisa.
Once años después, hablamos con Joaquín, de
animales, de selvas, de sumas y de restas, escribimos poemas y leemos, y
sabemos que hoy, es el futuro.